15 agosto, 2007

EDUCACIÓN PARA EL ADOCENAMIENTO


Estaba claro que una vez que el gobierno había perdido la calle, y con ella la influencia sobre la sociedad -que con tanta habilidad como falta de escrúpulos había manipulado desde el final de la legislatura anterior, cuando estaba en la oposición-, debía poner en marcha el “plan B” para ganar la conciencia de los futuros votantes y, de paso, seguir con la campaña de cambios radicales en la sociedad tendentes a destrucción de la sociedad previa a la implantación de un nuevo régimen en España o, a lo peor, en lo que quedara de ella. Y en esas, apareció uno de esos ideólogos del resentimiento con añoranzas mal disimuladas del más rancio marxismo y “redescubrió” la forma que tienen las dictaduras de ganarse a la gente: dirigir la educación de las personas mediante la transmisión de mensajes enfocados a ensalzar aquello que en un momento más interese. Es decir, diseñar el “adocenamiento” de los ciudadanos. Así, bajo el pretexto de nuestro bien (sibilina manera de imponer que tienen todas las dictaduras), ya nos han controlado qué debemos comer, qué y cuánto podemos beber, a que velocidad hemos de conducir, ..., y esto, ahora que el Estado pregona a los cuatro vientos que su objetivo es velar por nuestras libertades, se traduce en recortes nunca imaginados de las mismas, en un control férreo de la parte material de nuestras vidas. Y por si esto no fuera suficiente, en un alarde de “tolerancia sin límites”, el intervensionismo de los socialistas que nos gobiernan ha desempolvado su lado marxista (ese del cual renegaba el PSOE en los años de la Transición de la mano de Felipe González), para tratar de controlar nuestra parte espiritual mediante la imposición de la asignatura “Educación para la Ciudadanía”, no permitiéndonos ejercer nuestro derecho de oposición a esa intromisión en nuestras vidas y amenazándonos con el peso de la ley si decidimos declararnos objetores de conciencia.

Desde fuera podría pensarse que este asunto no tendría mucha importancia si sólo fuera fruto del “calentón mental” de unos gobernantes irresponsables. Pero no es así. Se trata de poner a prueba en España un plan perfectamente orquestado para la transmisión de los “valores oficiales del laicismo progresista”, es decir, de una nueva forma de manejo de las conciencias dirigida a alienar a las personas que, si sale bien, pronto será exportada a otros países del mundo, empezando por nuestra querida Iberoamérica. Y en esta “batalla” es mucho lo que nos jugamos; para empezar, lo más sagrado que tiene el hombre: su libertad.

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