06 marzo, 2007

EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD


Los que tenemos hijos pequeños y tratamos de educarlos dentro de las normas dictadas por el sentido común sabemos, por haberlo experimentado en cuantas ocasiones se ha presentado, que nuestros hijos nos están “echando un pulso de forma permanente” con el fin de saber hasta dónde somos capaces de mantener el principio de autoridad en las pautas que ponemos para su educación. Aprovechan cualquier resquicio que les deja una “debilidad” nuestra, mal entendida en su limitado razonamiento, para ponernos en un aprieto, porque saben que las normas que ponemos y no se cumplen, se pueden “saltar” pues no son importantes, o por lo menos no son lo suficientemente trascendentales como para que nosotros las defendamos y por ese motivo son negociables.

La autoridad en la familia se basa en hacer ver a los demás la legitimación moral que se tiene a la hora de poner las normas de funcionamiento básicas, por el hecho de que esas normas son buenas para el funcionamiento óptimo del hogar. Esa autoridad, ganada en la búsqueda del bien común, es la que conduce al reconocimiento y al respeto hacia quien tiene que tomar las decisiones, es decir, hacia el matrimonio, el cual actúa como una sola voz en estos menesteres.

Esto, que es así de sencillo y fácil de explicar funciona de la misma manera en todos los aspectos de la vida tales como el trabajo, las amistades, e incluso en el gobierno de las naciones. Por eso, cuando se rompe ese principio de autoridad por cesiones a chantajes de cualquier tipo (en las familias los más habituales son los “emocionales”), lo que se está perdiendo es la capacidad para hacerse respetar, esa legitimación para desempeñar las funciones que le son reconocidas y por las cuales la persona con autoridad está investida para actuar ejercitando un determinado poder.

Todo lo anterior, que no es sino una muestra de sentido común de lo más normal, se ha visto conculcado con la decisión del “matrimonio” formado por el gobierno y la justicia españoles de
ceder ante el chantaje de los terroristas de la banda de asesinos ETA, liberando a uno de los más sanguinarios que se ha permitido el lujo de hacer un “chantaje emocional” encubierto en una supuesta huelga de hambre, mientras daba rienda suelta a sus pasiones y tenía privilegios que otros reclusos con delitos menores ni pudieran soñar. Ahora ha cundido el ejemplo y todos los reclusos, de distintas condiciones, piden el mismo trato. Y lo peor es que el gobierno ha perdido la autoridad en el tema del terrorismo y con ella la capacidad para hacerse respetar por haber cambiado la búsqueda del bien común y el reconocimiento de las víctimas (todas ellas inocentes) por la cesión ante el chantaje de un mafioso, por las voces de alabanza de sus sicarios y por un puñado de votos que, a la vista de la reacción de la sociedad, va a perder a manos llenas.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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