03 enero, 2007

AUTO-GENOCIDIO SILENCIOSO


Que la sociedad occidental está en decadencia es un hecho indiscutible. A la crisis de valores en que se encuentra sumida desde hace tiempo, se ha añadido la creciente ola de relativismo y de lasitud moral. El continuo avance en conquistas sociales y en mejoras del nivel de vida han traído consigo una disminución desmesurada de la capacidad de sacrificio. Y esto se ha traducido en que cada año que pasa el desprecio a la vida humana se hace más patente mientras se reclaman mayores derechos para el mundo animal (no creo que sea necesario recordar las campañas en contra de la caza del zorro o de las corridas de toros, por poner algún ejemplo). El más claro exponente de lo que digo son las dos noticias aparecidas el día siguiente al de los Santos Inocentes en dos periódicos nacionales:
Los abortos aumentaron un 7,86% en 2005 y España supera ya el millón de abortos desde su despenalización hace 20 años. Los escalofriantes datos que se aportan en ambas noticias son los ofrecidos por el Ministerio de Sanidad en su informe sobre el aborto en España durante 2005 -y no reflejan los datos del año pasado que no se harán públicos hasta finales de 2007, aunque se sabe ya que la tendencia ha sido al alza-.

Todavía tenemos frescas en nuestras retinas las imágenes del genocidio de Rwanda en el cual se calcula que hubo alrededor de 800.000 muertos; y si acudimos a las hemerotecas podemos ver los casos de Sudán, Armenia o Etiopía, entre otros, con cifras de muertos aproximadas de 400.000, 300.000 y 3.000 respectivamente. Todos estos casos han movilizado a miles de personas en todo el mundo abogando por el fin de situaciones tan brutales. Sin embargo, a día de hoy, salvo tímidas voces de personas anónimas o de asociaciones con -desgraciadamente- poco peso no existe ningún clamor contra el mayor “auto-genocidio” de la historia perpetrado por el hombre: el aborto.

Sólo hay un hecho que puede hacer despertar a nuestra sociedad de este letargo en el que se encuentra. Y es el que se refiere a que en la actualidad, casi de forma generalizada, los cuatro abuelos de una familia sólo tienen un nieto, el cual -en muy poco tiempo, si Dios no lo remedia- deberá pagar, sin ayuda de nadie, las pensiones de sus antecesores. Qué triste que este vaya a ser el motivo ¿verdad?

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