21 septiembre, 2006

REGLAS PARA DISCUTIR


Hace un tiempo, en un blog amigo “del otro lado del charco”, Rafael Zavala escribía un artículo sobre las claves del éxito matrimonial, en el que incluía una presentación muy buena para todos los que se hubieran casado hace poco o estuvieran a punto de casarse, que hacía referencia a las discusiones dentro del matrimonio. En el mismo artículo, añadía el “Catálogo del buen discutidor” de Antonio Vázquez, un experto en el tema.

Ni voy a enmendar la plana a un experto en la materia, ni pretendo hacer un compendio de todo lo escrito de este tema hasta la fecha. Simplemente recupero este asunto porque pienso que es fundamental -en los tiempos que corren, en los que a la más mínima contrariedad un matrimonio se rompe- saber que las discusiones dentro del matrimonio deben servir para afianzar las relaciones entre marido y mujer, pero nunca para crear barreras que con el tiempo hagan que se pierda el amor. Es muy probable que en esta sociedad del consumismo en la que sólo importa el “yo”, la falta de una comunicación fluida en el noviazgo haya conducido a que muchas parejas jóvenes no entiendan cuáles son los principios básicos que deben seguirse dentro del matrimonio para discutir con el cónyuge. Y lo que, en circunstancias normales, no pasaría de ser una diferencia de criterios más o menos acentuada, se acaba convirtiendo una discusión subida de tono en la que se terminan resintiendo los escasos cimientos en los que se ha forjado el matrimonio. Como quiera que es muy difícil aprender en un instante lo que se debería haber practicado durante un tiempo razonable, propongo plantear dos grandes bloques de cosas que se pueden hacer y cosas que no se pueden hacer en una discusión.

Entre las cosas que, ¡ojo!, nunca se deben hacer está el dirigirse al otro con insultos, con ironía o con desprecio; tener una “lista de agravios” del pasado dispuesta para airear a la menor ocasión; utilizar los puntos débiles del otro para tener ventaja en la pelea; manifestar agresividad; no poner fin a la discusión nunca y estar dispuesto a reabrirla en cualquier momento; cerrar la disputa en falso; no estar dispuesto a pedir perdón; discutir delante de terceras personas buscando apoyos; discutir delante de los hijos.

Se deben hacer cosas tales como: discutir únicamente del tema que se está tratando (no vale sacar temas relacionados que sucedieron hace tiempo); ponerse en el lugar del otro y tratar de entender su punto de vista; tratar con respeto al otro; terminar la disputa sin estar enojados por pensar que el otro ha ganado; pensar siempre que se está discutiendo con la persona más importante en nuestra vida; esperar el momento más apropiado para iniciar la pelea; y, por supuesto terminar la disputa con una reconciliación.

Empecemos por utilizar uno de estos bloques lo que traerá consigo, por eliminación, aplicar el otro. Más adelante iremos desgranando cada una de las cosas que están en esas dos relaciones hasta llegar a convertir una pelea en una fuente de aprendizaje para fortalecer el matrimonio.

2 Comments:

Blogger Mara said...

Que tema más interesante¡¡¡ has abierto un buen hilo¡¡¡, cada uno debemos ir limando nuestras asperezas el problema es que mientras lo hacemos surgen las discusiones.

21/9/06 08:42  
Anonymous Anónimo said...

el problema, en el fondo, no es el hecho de discutir. Existe problema cuando hay falta de respeto al otro, se le menosprecia o falta delicadeza en el trato. En mi blog he comenzado hoy unos comentarios sobre algunas herramientas para salvar matrimonios y van a ir en esa linea. Muchos fracasos matrimoniales son fruto de no saber comunicar correctamente y del desconocimiento de la diferente psicología entre el hombre y la mujer.

22/9/06 15:48  

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