28 julio, 2006

EDUCAR: MEJOR EN VIRTUDES


Hace unos días, un buen amigo escribía un artículo en su blog haciendo referencia al hecho de que “vivimos en una sociedad en la que la razón, las ideas, han sido sustituidas por el sentimiento”, es decir, que estamos “en la sociedad de lo «emocionalmente correcto»”, en la que lo que prima es “la superficialidad, el deseo de conseguir las cosas sin esfuerzo, el deseo de agradar”. Esto me ha llevado a pensar detenidamente en cuáles podrían ser los motivos para que, en apenas treinta años, los españoles hayamos cambiado tanto. Y he llegado a la conclusión de que el factor principal ha sido el cambio de objetivos en el sistema educativo, tanto en el seno de la familia, como en el colegio: hemos pasado de educar a nuestros hijos en virtudes a apostar por la educación en valores.

A priori, no parece que haya mucha diferencia entre los dos sistemas. Es más, cuando hablamos con otros padres -también preocupados por la educación de sus hijos- nos comentan que es una simple cuestión de matices, que en el fondo da igual hablar de virtudes o de valores. Y ahí es donde se encuentra la raíz del problema. ¿Qué diferencia hay entre educar en valores y educar en virtudes? Una diferencia abismal, tanto en el contenido de la educación, como en los medios para llevarla a cabo.

Si nos atenemos al contenido, sabemos que en la educación en virtudes se sabe con certeza qué es lo que se tiene que enseñar y es sencillo llevarla a cabo, pues las virtudes están inscritas en la naturaleza humana, y son los hábitos, es decir, los modos de actuar contrarios al mal, a los vicios: humildad, generosidad, diligencia, sobriedad, paciencia, castidad, fortaleza, justicia, prudencia, templanza. Sin embargo, la educación en valores tiene más matices y es más relativa, pues los valores cambian en función de las culturas, las épocas, las personas que los trasmiten o las personas a quienes han de ser transmitidos. Además, no es sencillo decidir qué valores enseñar; pues en la mayoría de los casos éstos son sólo algunos aspectos de las virtudes, que aparentemente se encuentran al margen de ellas: la solidaridad es una aplicación de la caridad; la tolerancia, de la generosidad; la responsabilidad, de la caridad; el optimismo, de la esperanza; la laboriosidad, de la diligencia; ...

En cuanto a los medios para desarrollar la educación, la diferencia fundamental se centra en el eterno dilema: con Dios o sin Dios. Mientras que la educación en virtudes tiene en cuenta la primacía de la gracia, la libertad del hombre y su verdad antropológica de criatura dependiente de Dios; la educación en valores no necesita a Dios para nada. Puede ser adoptada por colegios de cualquier confesión o por políticos de cualquier signo, ya que en sí misma, la expresión educación en valores proviene más bien de un sincretismo ateo o panteísta.

Educar en virtudes es mucho más fácil que educar en valores, puesto que es educar según la naturaleza verdadera del hombre. Mientras que la educación en valores no llega a producir buenos resultados (vemos aumentar de año en año los problemas derivados de una educación defectuosa en jóvenes y adultos -alcoholismo, drogadicción, vandalismo, fracaso escolar, violencia doméstica, ...-), la formación en virtudes hace que todas las personas encuentren facilidad para llevar una vida moralmente buena, ordenando sus pasiones, controlando sus actos y superando con alegría los obstáculos.

No tengo ninguna duda, la educación: mejor en virtudes.

Etiquetas: , , , , ,

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ese amigo tuyo tiene mucha razón en lo que dice pero no por ello deja de ser un perfecto brivooooon!!! que nos conocemos.

29/7/06 21:53  

Publicar un comentario

<< Home