28 julio, 2007

AMENAZAS A LA CIUDADANIA


Hace unos meses, un visitante chileno dejaba un comentario, a propósito de un artículo sobre el relativismo moral en el que decía que “es demasiado fácil darse de defensor de palabra de ciertas ideas, y luego al enfrentar la realidad actuar de modo contrario. Argumentos puede haber muchos, pero no ser capaz de actuar según se piensa deja mucho que desear. Acá en Chile usamos una frase muy antigua: «el padre Gatica predica pero no practica»”. Esto, que se me quedó grabado por la sencillez del argumento y por la contundencia de la afirmación, hoy me ha vuelto a la memoria cuando he leído la declaración del ministro de justicia: “quien no cumpla la ley tendrá que atenerse a las consecuencias”. Y es que, en esa carrera por ganar méritos de cara a las elecciones que se avecinan, le tocaba el turno al Ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, como un eslabón más en la ya larga cadena de amenazas que se han proferido desde el gobierno a los padres que se han acogido al derecho constitucional de la Objeción de Conciencia, como método último de defensa ante la imposición del “adoctrinamiento socialista” de los hijos, enmascarado bajo ese engendro de asignatura llamada “Educación para la Ciudadanía”.

Este ministro es el mismo que dijo abiertamente cuando era fiscal
“soy de izquierdas y como tal actúo”. Y a este ministro, que sólo se permite a sí mismo esas licencias, es al que le digo yo ahora que “soy católico y como tal actúo”, y en el uso de mi libertad, esa que me ha dado Dios (no el gobierno) y de la cual deberé dar cuentas algún día, presento mi objeción de conciencia contra la asignatura Educación para la Ciudadanía por muchos motivos, pero ante todo por el que me faculta como padre a elegir la formación moral que quiero para mis hijos y no la que me imponga un gobierno que utiliza la palabra “educación” para adoctrinar a los niños en el laicismo más recalcitrante y en el socialismo más rancio y trasnochado.

Decía Simón Bolívar que “Sólo la democracia... es susceptible de una absoluta libertad, libertad que se define como el poder que tiene cada hombre de hacer cuanto no esté prohibido por la ley” y la ley, señor ministro, no solo no me prohíbe ejercitar mi derecho sino que me lo confiere. Y en nuestra democracia, la ley de leyes es la Carta Magna que así lo recoge. Otra cosa es que lo que la mayoría de los españoles entendemos por democracia no sea lo que usted piensa; en ese caso me remito al discurso que pronunció Nelson Mandela en la Cumbre del Mercosur, celebrada en Ushuaia, en julio de 1998, en donde dijo que “si no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”.

¡Ah! Y aplíquense un poco de su
“bálsamo de Fierabrás” en el aspecto relativo a la ciudadanía y dejen de amenazarnos, que por ese camino no van a conseguir nada.

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19 julio, 2007

TOLERANCIA CERO


Durante las pasadas fiestas de San Fermín, una peña navarra denominada “Mulhiko Alaiak” para divertirse, paseó por las calles de Pamplona “una caricatura irreverente de Jesucristo”, una pancarta en la que se representaba a Cristo crucificado con el brazo derecho levantado a modo de saludo hitleriano. La respuesta ha venido de la mano de un acto de “reparación al Crucificado” presidido por el arzobispo de Pamplona, Monseñor Fernando Sebastián, quien dijo en la homilía del acto cosas como que “... es un error y un dolor, un pecado de orgullo y de ingratitud querer alcanzar las metas más altas de nuestra humanidad despreciando o ignorando a Jesucristo”, pero que “no se asusten nuestros hermanos no cristianos” pues “aunque pudiéramos nunca trataríamos de imponerles nada por la fuerza. No buscamos el poder, ni pretendemos alcanzar privilegios de ninguna clase. Simplemente les pedimos respeto y estima para poder vivir juntos, sin agravios ni agresiones de nadie contra nadie”.

En estos últimos días la
campaña de captación de socios del Getafe CF también ha tenido como punto de partida la ofensa gratuita a los católicos. Los autores del spot han hecho “una provocativa reinterpretación de la Biblia” escenificando “pasajes del Antiguo y el Nuevo Testamento, mientras personajes como Abraham y su hijo Isaac, e incluso Jesucristo, van negando su devoción a Dios para entregarse a divinidades paganas”. La respuesta ha sido la protesta de mucha gente anónima que se siente ofendida y que ve como cada día que pasa es mayor el número de agresiones y menor el respeto que se tiene hacia sus creencias.

Son sólo dos muestras de lo que está sucediendo en esta sociedad en la que iba a imperar el talante y el respeto, en la que se iba a escuchar a todos y a dar igual número de oportunidades. Los católicos, después de algo más de tres años de imposición de una “sociedad laicista”, estamos hartos de que nos insulten, de que se mofen de nuestras creencias, de que utilicen nuestra religión para obtener la notoriedad que no alcanzarían si sólo dependieran de su trabajo. Como dice un amigo en el artículo titulado
“Contra los blasfemos”, publicado en su blog, “A muchos católicos nos ha ofendido el spot. Y nadie tiene derecho a decirnos si debemos o no ofendernos. Si a alguien no le molesta que le llamen imbécil, pues allá él. Pero a mí me molesta que se burlen de Jesucristo y TENGO DERECHO A SER RESPETADO. Por eso, YA ESTÁ BIEN. Tolerancia cero con el ofensor”.

Pues eso, que suscribo plenamente la afirmación: ¡¡¡TOLERACIA CERO CON EL OFENSOR!!!.

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06 julio, 2007

¿QUÉ ES MEJOR ...


Desde que tengo este blog (que, por cierto, hoy cumple un año), me he ido acostumbrando a recibir todo tipo de comentarios a los artículos que escribo. Por regla general suelo publicarlos todos, o al menos aquellos que dan su opinión al tema de que se trate, sin entrar en descalificaciones personales o insultos. Es “norma de la casa” aunque algunos no lo entiendan y hablen en otros foros y en sus blogs de censura, e incluso envíen mensajes aprobatorios bajo nombres supuestos con la finalidad de probar la existencia de dicha “censura”. Comento esto porque hace unos días recibí un mensaje a propósito de este artículo en el que una persona, apelando a mis “posibles fobias homosexuales” trataba de ponerme en el aprieto de contestar la pregunta que me hacía: “¿Es mejor que un niño no sea adoptado de un orfanato a que lo adopte una pareja homosexual?”.

No pensaba contestarle, ya que después de visitar su blog he podido comprobar la confusión mental que tiene en un montón de asuntos (desde tratar de relacionar el catolicismo con ser vegetariano o la de llamarnos “asesinos” a los que no practicamos esa “forma de vida” o a los que nos gustan las corridas de toros), pero ha seguido insistiendo con mensajes y con artículos en su blog, y creo que lo mejor es dejar clara mi postura en este tema, si es que no he sido suficientemente explícito hasta la fecha en diferentes artículos.

Pienso, por haberlo constatado en múltiples ocasiones y por haberlo escuchado a diversos investigadores médicos (de diferentes grupos políticos y distintas religiones), que la homosexualidad es una disfunción de la que no es culpable quien la sufre; y conozco a bastantes homosexuales que comparten esta afirmación. Por este motivo creo que existen multitud de formas de ayudar a estas personas, sin por ello tener que recurrir a “normalizar” lo que por naturaleza es “anormal”. Es decir, estoy absolutamente a favor de que se les reconozcan a los homosexuales los derechos que puedan tener cualesquiera otras personas, pero estoy también absolutamente en contra de que a sus uniones se les llame matrimonio y a que, tomando como base esta definición, los homosexuales puedan adoptar niños; pues un niño necesita de un padre y de una madre para crecer sin que se resienta de algún modo su estado psíquico natural y ninguna de esas dos figuras puede ser sustituida aleatoriamente por otra del mismo sexo sólo porque medie en ello la satisfacción del placer de uno de ellos.

Con esta “declaración de principios” contesto a mi llamémosle “anónimo visitante” que no se trata de escoger entre un mal menor y otro mayor, ya que por la misma regla se podía preguntar: ¿qué es mejor que te torturen durante varios días hasta matarte o que te corten un brazo y una pierna y dejar que te desangres?. Me imagino que nadie en su sano juicio elegiría ninguna de ellas.

¡Ah!, y en cuanto a que lo importante es “lo buenos padres o madres que realmente sean independientemente de su número y genero” sólo decirte que si ya es difícil educar a los hijos en un matrimonio de hombre y mujer, no me imagino lo que sería en una "comuna" de tres gays, dos lesbianas y cuatro transexuales, que según tu “eso es una verdadera familia” pues no importa ni el número, ni el género. ¡Qué país!

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