31 diciembre, 2006

UN NUEVO AÑO


Estamos a unas horas de recibir el nuevo año. Este 2007 que, al igual que los años anteriores, a estas horas esperamos que venga cargado de buenos deseos y del que anhelamos todo lo mejor. Y es costumbre que, en estos momentos anteriores a que suenen las doce campanadas que despiden los 365 días pasados, hagamos balance de lo bueno y malo que nos han deparado y formulemos los propósitos que, como siempre, nunca llegaremos a cumplir; esos grandes propósitos que deberán marcar nuestras actuaciones durante los doce meses que tenemos por delante, pero que pasadas apenas unas horas, habremos descartado por imposibles.

Mi deseo para este nuevo año es que la sociedad vuelva a confiar en la familia, que desaparezcan los ataques que cada vez con mayor frecuencia se suceden contra esta institución, y que sepamos predicar con el ejemplo ante los que no piensan igual que nosotros. Y que estos propósitos los repitamos todos los días y hagamos balance de ellos por la noche, antes de irnos a dormir.

Desde La Familia les pido que sean mejores esposas, hijas y madres, o mejores maridos, hijos y padres. Por mi parte lo voy a intentar con todas mis fuerzas, a pesar de que soy consciente de todas mis limitaciones. Y es el único empeño que me he propuesto hoy, festividad de la Sagrada Familia, ante el Belén.

¡¡¡FELIZ 2007!!!

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29 diciembre, 2006

ESPERANZA DE VIDA

En los tiempos que corren en nuestra España querida soy de los que piensan que cualquier noticia publicada, aunque sea en un periódico de cierta solvencia profesional, debe ser puesta en cuarentena. Se que por esta “declaración de principios” habrá gente que diga que soy un alarmista o que sólo busco casos extremos para comentar, pero es que a la vista del artículo publicado hace unos días en un periódico nacional (Tener muchos hijos reduce la esperanza de vida de los padres) no me resisto a dar mi opinión, pues sólo faltaba ya que se dieran argumentos amañados para reducir aún más la tasa de natalidad de los países más avanzados.

Para empezar, un título con una afirmación tan categórica y contundente sólo se puede corresponder con un minucioso estudio de investigación, que haya seguido de forma escrupulosa las normas más estrictas del análisis estadístico. ¡Pues no!, nada más lejos de la realidad. Se trata de un trabajo basado en “el análisis de más de 21.000 parejas reproductoras de la era preindustrial residentes en el estado de Utah y que contrajeron matrimonio entre 1860 y 1895”. Parece ser que los pseudo-científicos austriacos y estadounidenses que han realizado tamaña proeza del análisis no disponían de una muestra más actual, ni más heterogénea, ni más parecida en las circunstancias a la sociedad actual, para llegar a sus absurdas conclusiones. Da la impresión de que se quieren hacer extrapolables a día de hoy los resultados obtenidos en un periodo de tiempo de, nada más y nada menos que 35 años, el cual tuvo lugar hace ¡¡¡más de un siglo!!!. Y se deduce de la información que para los “investigadores” las condiciones de vida en el estado de Utah para las “parejas reproductoras” que vivían allí en la “era preindustrial” son las mismas que las que tenemos en la actualidad. ¿Alguien entiende algo?

Pero no menos importantes son las conclusiones a las que llegan los “investigadores” en la noticia que por su contenido merecía haberse publicado el como inocentada de cualquier periódico. Con las premisas anteriores se atreven a decir, entre otras cosas, que “aquellos que tenían más hijos presentaban una menor esperanza de vida”, que “cuando un progenitor fallecía, lo hacía en detrimento de su descendencia”, que “cuanto mayor era la familia, más papeletas tenían los padres para morir prematuramente, especialmente cuando los hijos fueron tardíos”, o que “cuanta mayor era la edad a la que se tenían, menor era la esperanza de vida”. En fin, creo que sobra cualquier comentario.

Y yo me pregunto ¿en qué clase de mundo vivimos en el que vale todo para formar la opinión de la gente?. Y ese todo está orientado siempre a cambiar las normas morales por las cuales la sociedad se ha regido hasta la fecha y con las que ha conseguido evolucionar hasta las cotas de bienestar que hoy se disfrutan.

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24 diciembre, 2006

EL MISTERIO MÁS GRANDE DE LA HUMANIDAD

Lux fulgebit hodie super nos, quia natus est nobis Dominus, hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor. Es el gran anuncio que conmueve en este día a los cristianos y que, a través de ellos, se dirige a la Humanidad entera. Dios está aquí. Esa verdad debe llenar nuestras vidas: cada navidad ha de ser para nosotros un nuevo especial encuentro con Dios, dejando que su luz y su gracia entren hasta el fondo de nuestra alma. (San Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa, 12).

Nuevamente estamos a las puertas de celebrar la Navidad, una fiesta que desde hace muchísimo tiempo ha calado tan hondamente en nuestra sociedad que es capaz de unir las mejores intenciones y deseos de buena voluntad de creyentes y no creyentes. En estos días, todo el mundo habla de paz, de alegría, de felicidad, de solidaridad y de fraternidad universal entre los hombres, pero estos nobles sentimientos no se corresponden con el verdadero significado que tiene la fiesta cristiana que se rememora: el nacimiento del Niño Jesús en Belén.

Muchos padres cristianos, preocupados por el devenir de los acontecimientos nos preguntamos cómo es posible vivir de verdad la Navidad en este mundo en el que todo se reduce a tener y a dar gusto a los sentidos. Y para ello nada mejor que tener presente lo que decía un obispo español hace ya algunos años: que la Navidad “consiste en enterarse, en pensar hasta que brote en nuestro interior la emoción del asombro y de la gratitud”, que “hay que comenzar por acercarse espiritualmente al Portal de Belén, y allí arrodillarnos junto a la Cuna del Niño, adorarle, darle gracias, recibirlo en nuestros brazos y en nuestro corazón con la misma reverencia y la misma ternura de la Virgen María”, y sintiendo al mismo tiempo “el asombro y la gratitud y la alegría desbordada por este emparentamiento asombroso con Dios que es el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre en las entrañas de María santísima”.

A pocas horas de ese grandísimo misterio, recuperemos el ambiente religioso de la Navidad del Señor, y hagámoslo en el mejor sitio en el que se puede pensar: en el seno de nuestras familias. Vivamos esta Navidad en compañía de los nuestros, alejados del consumismo frenético y del relativismo moral que nos invade y que nos impide ver que, un año más, se renueva el misterio que cambió la condición de nuestra humanidad y por el cual pasamos a ser hijos de Dios. Su familia en la tierra.

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

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PROYECTO PRONIÑO: AUN HAY ESPERANZA

Hace unos días leía en un periódico de tirada nacional que Uno de cada seis niños trabaja en el mundo, es decir, al menos 218 millones de menores -muchos de ellos con menos de 10 años- realizan un trabajo profesional, el cual para la gran mayoría de ellos se lleva a cabo en ínfimas condiciones, es una forma de esclavitud, procede de una servidumbre por deudas, o lo que es peor, está enfocado a la prostitución o a servir como niños soldados.

Confieso que cuando he leído la noticia se me ha encogido el corazón. Como si hubiera sido movida por un resorte, mi imaginación ha volado hacia el ejemplo más cercano que tengo: mis cuatro hijos (todos ellos menores de 10 años) y he pensado las durísimas condiciones que se deben dar para que una familia llegue a aceptar esta práctica como condición de subsistencia.

No se si será por las fechas en las que no encontramos o no, pero el caso es que a la primera noticia la acompañaba otra titulada
Fundación Telefónica saca a 24.000 niños de la calle y los devuelve a la escuela. Por medio del proyecto PRONIÑO, que se desarrolla en trece países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela), se está facilitando la financiación necesaria para que los menores reciban una educación de calidad, que tengan una cobertura sanitaria y una alimentación de la que en muchos casos carecen. Al mismo tiempo se apoya a los profesores y a los colegios para que conozcan de primera mano la problemática del trabajo infantil y cómo afrontar la educación de estos niños. El objetivo final es demostrar en los grupos sociales desfavorecidos que un niño que trabaja es un delito contra la sociedad y no dos manos más para producir y dar de comer a toda la familia.

Vistos los resultados obtenidos hasta la fecha (más de 24.000 niños recibiendo formación y otros 17.000 recibiendo ayudas de forma indirecta en 358 escuelas y centros de atención) y los objetivos propuestos (para 2008, duplicar el número de beneficiarios) podemos afirmar que todavía hay esperanza, que no todo es negocio en las empresas y que aún se piensa un poco en los demás, en los más desfavorecidos. ¡Ojalá cunda el ejemplo!, y en el nuevo año muchas más empresas se sumen a esta iniciativa.

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18 diciembre, 2006

INTOLERANCIA “TALIBÁN”


Creo que desde siempre se ha dicho que los italianos y los españoles somos iguales prácticamente en todo, y que son muchas más cosas las que nos asemejan que las que nos diferencian. Y de eso yo estaba convencido hasta que leí una noticia que decía que “Una directora de instituto tira a la basura un Belén realizado por los alumnos de Religión”, y la confronté con otra titulada "Italia: Habrá un Belén en el Parlamento".

La primera de ellas se produjo hace unos días en un instituto de Mijas (Málaga), en el que su directora, alegando que en la “escuela pública de un país laico no están permitidos los símbolos religiosos”, tiró a la basura un Belén montado por los alumnos de la clase de Religión. Al pedirle explicaciones la profesora de la asignatura por esta actitud, la directora le señaló que “este tipo de actividades no pueden tolerarse en un centro público donde conviven alumnos de diferentes religiones que podrían sentirse ofendidos”. Estas declaraciones soliviantaron a los docentes del citado instituto, quienes compararon la actitud de la directora con la intolerancia “de los talibanes que destruyeron las imágenes de los Budas en Afganistán”.

La segunda tuvo lugar por las mismas fechas en Italia, como respuesta a la decisión, puramente comercial, de unos grandes almacenes de no poner a la venta las figuras del belén. Pero lo curioso es que en esta ocasión los más beligerantes han sido el Presidente de la Cámara -ex secretario de Refundación Comunista- Fausto Bertinotti y Francesco Rutelli, ministro de Bienes Culturales y vicepresidente del gobierno de izquierdas de Prodi. Bertinotti hizo unas declaraciones en las que se preguntaba "¿Por qué no íbamos a poner el belén? Se trata de algo prestigioso y unificador", y en las que añadía que "creo que es un buen modo de respetar la Navidad" y "es también un modo respetuoso para quien no es creyente, porque además de expresar un motivo religioso, expresa también un aspecto de la vida de nuestro país". Por su parte Rutelli dijo que el belén "no puede ser presentado como el fruto de una concepción clerical: sería una trivialización absurda", y recordó que "la dramatización de la Navidad tiene un aspecto histórico, cultural" y que "una sociedad que pierde de vista estos valores pensando que son solo relatos ideológicos es una sociedad que se empobrece".

Sobran las palabras para poner de manifiesto las diferencias entre ambos países. En Italia se distingue aún entre las ideas políticas y el hecho de que las raíces cristianas están presentes en la cultura occidental. En España ha calado un tremendo sectarismo que ha hecho que la progresía mas rancia confunda el laicismo con la estulticia.

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14 diciembre, 2006

LIBERTAD DE EXPRESIÓN


Como continuación del post anterior y aprovechando que los católicos “somos chollo” en esto de encajar los insultos y descalificaciones y perdonar “hasta setenta veces siete”, ha aparecido en escena un nuevo representante de la progresía más rancia, un bufón llamado Leo Bassi, quien en vista del poco éxito y escasa aceptación que tienen sus obras más renombradas ha recurrido a hacer un montaje blasfemo titulado “La Revelación”. En dicha “obra” denominada por su autor “homenaje al laicismo”, el histrión de Bassi hace, entre otras burradas, una parodia de Jesucristo comparándolo con Harry Potter y consagra un preservativo vestido como un Papa. ¡Qué valentía la suya!. Ayer ataques a los católicos en la persona de la Virgen María y hoy en la de Jesucristo. Me pregunto si sería capaz de repetir esta hazaña el mercachifle de Bassi con, por ejemplo, Alá o Mahoma.

La pseudo-obra, si alguien con una pizca de sentido común no lo remedia, se va a representar durante estos días de Navidad en Cantabria. Y digo alguien con una pizca de sentido común porque en el revuelo que se ha organizado, el Presidente de la Comunidad Autónoma, el regionalista Miguel Ángel Revilla, ha salido a la palestra para dar muestras de una enorme tibieza enmascarada en una hipotética libertad de expresión. Tras declarar que “como católico ... no irá a la representación” apeló a la libertad de expresión y recordó que “España es un país libre” en el que hay propuestas que "gustarán a unos y otras gustarán a otros", y por eso recomendó a quienes se oponen a este montaje "que no vayan" a verlo.

En el fondo, lo que le preocupa a este señor es que un tema que, según sus palabras, "puede parecer intrascendente" y una "tontería", le está originando "serios problemas", ya que algunos miles de ciudadanos de su comunidad le han dicho por carta que no le votarán en caso de que no haga nada por evitar que la obra se represente.

Prescindiendo del hecho de si tiene o no potestad para prohibir el montaje, el señor Revilla parece desconocer que la libertad de expresión no ampara los ataques e insultos a los demás, ya que una actuación así es un uso indebido de libertad que degenera en libertinaje, pues en aras a la hipotética defensa de los derechos de unos se están conculcando los derechos de los demás. Ni que decir tiene que si fuera un católico consecuente no se debería conformar con no ir a la representación, sino que debería sentir la obligación de defender sus principios y creencias con la misma vehemencia con la que se ha empeñado en defender un puñado de votos.

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11 diciembre, 2006

UN POCO DE RESPETO, POR FAVOR

Todavía resuenan en mis oídos las palabras emitidas -en un idioma desconocido para mí- en actitud amenazante por algunos dirigentes fundamentalistas islámicos. Aún conservo grabadas en la retina de mis ojos las imágenes de una multitud enfurecida, agitada cual jauría humana, con carteles insultantes que hacían referencia a la aparición de unas viñetas sobre Mahoma o a una interpretación errónea de las palabras de nuestro Papa, Benedicto XVI, en una ciudad de Alemania. Y es que, aunque nos parezca exagerado, así reacciona la gente en muchos países cuando se sienten insultados y ofendidos en sus creencias.

Sin embargo, los católicos parecemos hechos de otra pasta. No reaccionamos contra nada; y que conste que no digo que lo tengamos que hacer de forma violenta, pero creo yo que tampoco debemos estar callados ante atropellos a nuestras convicciones. El pasado viernes, festividad de la Inmaculada, en el diario Gara (órgano de comunicación de Batasuna-ETA) se publicó un artículo de opinión titulado “Me cago en la virgen” firmado por un elemento del mundo radical proetarra cuyo único objeto era el de protestar “por la represión del terrorismo” (?). El degenerado que profiere la blasfemia (la cual repite en el pseudo-artículo hasta diez veces) es la muestra más palpable del talante que se ha adueñado de la sociedad española desde que el estado se ha empeñado en claudicar ante la banda terrorista ETA. También es una muestra de la decadencia moral que se vive en nuestra sociedad, en la que hasta los obispos vascos piden "un esfuerzo de todas las partes" para avanzar en el llamado "proceso de paz", aun a costa de hechos penosos como el que nos ocupa. Y a estas alturas no entiendo cómo es posible que para llamar la atención sobre cualquier hecho, lo más “progre” sea insultar a los católicos.

Ruego a mis lectores que perdonen este desahogo, pero no he podido evitar dar mi opinión en defensa de mi Madre del Cielo. Ruego también que me perdonen por la imagen elegida para acompañar este comentario. Y ruego también a la basura que no se ofenda por haberla elegido para representar al sinvergüenza de Xabier Silveira (que en el mismo panfleto, meses atrás titulaba otro de sus desbarres mentales “Dejadnos mataros en paz”).

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05 diciembre, 2006

EL RELATIVISMO MORAL

Quizá no nos damos cuenta, o quizá es que la forma de actuar es tan sibilina que no nos permite ser totalmente conscientes de los peligros que corre la familia en unos momentos en los que en la sociedad se ha implantado el relativismo moral; la filosofía de vida en la que todo vale y en la cual las normas de moralidad -que aparentemente eran aceptadas por todo el mundo- pueden ser adaptadas a las actuaciones de cada uno de nosotros en función de lo que nos interese en un momento determinado.

Y es que el mensaje del “haz lo que quieras”, ha calado hasta la misma raíz de la familia. Bajo la idea de vivir una vida sin reglas que no hace mal a nadie, se ha ido transmitiendo poco a poco el pensamiento de que el hombre es autosuficiente y que puede ponerse en lugar de Dios y jugar a ser Él, o vivir bajo la enseña del propio placer sin que esto afecte a los demás. Ciertamente, una filosofía de vida egoísta, que en el fondo sólo busca el anular a la propia persona, invitándola a replegarse sobre sí misma y a no creer en nada más que en el hecho de que “la vida es una jungla en la que los más fuertes triunfan sobre los más débiles”.

Desgraciadamente, muchos jóvenes hoy encuentran fascinante este modo de vivir, que solamente les obliga a pensar en el presente, en el día a día, sin más horizontes que lo que vaya a pasar en el futuro más inmediato; porque la recompensa es inmediata y no requiere ningún esfuerzo especial.

Quizá esta situación ha sido provocada por una vida frecuentemente marcada por la incomunicación, por la falta de diálogo en familia, por las dificultades en el colegio o en el trabajo. O quizá sólo sea la falta de educación en el esfuerzo y en el afán de superación. Lo que sí es seguro es que no se trata de una situación irreversible. Se puede desterrar de nuestra sociedad el relativismo moral de una manera sencilla. En casa, enseñando a nuestros hijos a tener un mayor sentido crítico, ayudándoles a reflexionar, a entender y a saber elegir entre la satisfacción momentánea producida por el placer y la satisfacción permanente conseguida a través del sacrificio. En el mundo laboral y en el de la educación impartiendo formación sobre deontología y ética profesional y empresarial.

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