16 agosto, 2007

ME DESPIDO POR UNOS DÍAS


Ha llegado el momento de disfrutar de las tan ansiadas vacaciones, y este año de manera especial. Se acercan días grises y hay que “cargar las pilas” para poder aguantar el tirón. Por eso, durante los próximos quince días sólo voy a tener tiempo para mi familia, para disfrutar de mi mujer y de cada uno de mis hijos. Como dice mi gran amigo Aníbal Cuevas (el más audaz entre los audaces) “Las vacaciones son un tiempo ideal para afianzar los lazos familiares dedicando tiempo a los demás disfrutando juntos. Me parece una buena idea tomar nota de un par de propósitos o tres para disfrutar y mejorar la vida de familia. Uno de ellos puede ser hacer aquello que más le gusta a nuestro cónyuge y a nuestros hijos. Dedicar tiempo a escucharles y hablar con cada uno”. Y como hasta ahora ha acertado siempre en todos los consejos que me ha dado, voy a seguir haciéndole caso y voy a ponerlo en práctica (reconozco también que en algún momento del día -menos tiempo del que me gustaría- estaré tumbado como el de la imagen que acompaña este artículo, por aquello de fomentar “el valor terapéutico de la quietud”).

Hasta septiembre, si Dios quiere.

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15 agosto, 2007

EDUCACIÓN PARA EL ADOCENAMIENTO


Estaba claro que una vez que el gobierno había perdido la calle, y con ella la influencia sobre la sociedad -que con tanta habilidad como falta de escrúpulos había manipulado desde el final de la legislatura anterior, cuando estaba en la oposición-, debía poner en marcha el “plan B” para ganar la conciencia de los futuros votantes y, de paso, seguir con la campaña de cambios radicales en la sociedad tendentes a destrucción de la sociedad previa a la implantación de un nuevo régimen en España o, a lo peor, en lo que quedara de ella. Y en esas, apareció uno de esos ideólogos del resentimiento con añoranzas mal disimuladas del más rancio marxismo y “redescubrió” la forma que tienen las dictaduras de ganarse a la gente: dirigir la educación de las personas mediante la transmisión de mensajes enfocados a ensalzar aquello que en un momento más interese. Es decir, diseñar el “adocenamiento” de los ciudadanos. Así, bajo el pretexto de nuestro bien (sibilina manera de imponer que tienen todas las dictaduras), ya nos han controlado qué debemos comer, qué y cuánto podemos beber, a que velocidad hemos de conducir, ..., y esto, ahora que el Estado pregona a los cuatro vientos que su objetivo es velar por nuestras libertades, se traduce en recortes nunca imaginados de las mismas, en un control férreo de la parte material de nuestras vidas. Y por si esto no fuera suficiente, en un alarde de “tolerancia sin límites”, el intervensionismo de los socialistas que nos gobiernan ha desempolvado su lado marxista (ese del cual renegaba el PSOE en los años de la Transición de la mano de Felipe González), para tratar de controlar nuestra parte espiritual mediante la imposición de la asignatura “Educación para la Ciudadanía”, no permitiéndonos ejercer nuestro derecho de oposición a esa intromisión en nuestras vidas y amenazándonos con el peso de la ley si decidimos declararnos objetores de conciencia.

Desde fuera podría pensarse que este asunto no tendría mucha importancia si sólo fuera fruto del “calentón mental” de unos gobernantes irresponsables. Pero no es así. Se trata de poner a prueba en España un plan perfectamente orquestado para la transmisión de los “valores oficiales del laicismo progresista”, es decir, de una nueva forma de manejo de las conciencias dirigida a alienar a las personas que, si sale bien, pronto será exportada a otros países del mundo, empezando por nuestra querida Iberoamérica. Y en esta “batalla” es mucho lo que nos jugamos; para empezar, lo más sagrado que tiene el hombre: su libertad.

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08 agosto, 2007

HABLAR POR HABLAR


Con una frecuencia cada vez mayor vemos como personas que han llegado a lo más alto de sus carreras, quizá alentados por esa necesidad imperiosa de protagonismo que da el ser centro de atención o quizá por esa desmedida vanidad alimentada por la sucesión continuada de éxitos en sus vidas, se dedican a hacer declaraciones que, lejos de servir para afianzar su liderazgo, les sitúan en la frontera del ridículo. No es raro, como digo, ver personas en nuestros días que se descuelgan con declaraciones como las que ayer realizaba Santiago Grisolía en uno de los Cursos de verano que la Universidad Complutense celebra en El Escorial. El profesor Grisolía, uno de los más insignes investigadores que ha dado la ciencia en nuestro país, discípulo de Severo Ochoa, varias veces candidato al premio Nobel y ganador del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1990, proponía “controlar la natalidad para combatir el «cambio climático»”. Esta afirmación, tan absurda como carente de base científica, venía adornada con otra no menos absurda a la par que demostrativa de una falta total de solidaridad: "En los países desarrollados el crecimiento demográfico se está parando, pero en las demás regiones es necesario tomar medidas como las establecidas en China, aunque existan sectores que no lo compartan”. Y para guinda del pastel se despachaba reclamando consenso a los gobernantes, que son quienes “deben tomar medidas basándose en los datos y predicciones proporcionados por los científicos e investigadores”. ¡Toma nísperos!

No creo necesario revisar cada una de las veces en los que los científicos e investigadores se han equivocado en sus previsiones, que no han sido pocas que digamos. Tampoco creo necesario volver a repasar lo ya escrito
en un artículo anterior respecto de la “defensa del no nacido” que hace la ONU, organización a la cual el profesor Grisolía debe rendir vasallaje en su condición de miembro destacado de la UNESCO. Sólo en esta tesitura se puede concebir que una persona de la talla del citado investigador se halla prestado a realizar las citadas declaraciones, máxime cuando los argumentos peregrinos que esgrime se pueden refutar con suma facilidad. Baste decir que una familia numerosa de esos países en los que quiere controlar la natalidad gastan menos energía en un año que la que él gasta en apenas unas horas de funcionamiento de su laboratorio investigando en temas tan apasionantes como “la enzimología del metabolismo de nitrógeno (ciclo de la urea y degradación de pirimidinas), el metabolismo de fosfogliceratos, el recambio y degradación intracelular de proteínas y el control de la síntesis de la tubulina en el cerebro”.

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